Esta mañana leía un artículo de un compañero letrado,  Oscar Daniel Franco Conforti, llamado «¿Las buenas personas se pueden cansar de serlo?» publicado en Law & Trends y no he podido evitar la analogía de lo expuesto en el contexto escolar.

Dos ideas me han llamado especialmente la atención:

«Sabemos que esperar que los otros tengan determinadas respuestas o actitudes para con nosotros es un error porque cuando esto no sucede (con más frecuencia de lo que desearíamos), al desengaño se suma la frustración y el enfado que nos produce la situación (y ya ni hablemos si además hay alguien que nos dice el famoso y nefasto «te lo dije».»

Nuestros infantes y jóvenes, especialmente los de AACC, esperan y necesitan  aprender, esperan y necesitan que sus profesores les enseñen, -¡para eso se va al colegio! (y por eso la mayoría de estos alumnos no quiere ir), cuando esto no sucede, lo que sucede siempre que su ritmo de aprendizaje no se corresponde con su capacidad y velocidad de adquisión de conocimientos, esto es, cuando no han sido acelerados, al desengaño se suma la frustración y el enfado que nos produce la situación.

La otra cuestión que he visto plenamente aplicable a nuestros infantes y jóvenes en edad escolar, es la idea del reconocimiento.  Algo tan básico como una demostración de reconocimiento expreso pone en valor los actos de quienes hacen las cosas bien y es la vía para hacerles saber que ellos son importantes para los demás.

El agradecimiento y el reconocimiento valída, actúa en los estudiantes reforzando su personalidad, les hace sentirse valorados y da sentido a sus actos y a su aprendizaje.

Esto es algo que a los adultos se nos olvida con facilidad, especialmente cuando a un alumno o alumna se le ha colgado alguna «etiqueta educativa», por la que se espera y presume cualquier tipo de comportamiento y no otro.

Los padres y los docentes, en especial, debemos ser conscientes de la importancia del Efecto Pigmalión (positivoy negativo), fenómeno mediante el cual, las expectativas y creencias de una persona influyen en el rendimiento de otra.

Debemos ser especialmente cautos en este sentido porque «quien no encuentra reconocimiento a su persona posiblemente acabe modificando su conducta y dejando de hacer cosas buenas».

El reconocimiento, en su aspecto negativo, cuando está ausente, puede ser la causa y origen del conflicto y/o  el detonante de una escalada de violencia en la disputa; y, en sentido positivo, esto es, cuando hay reconocimiento, este operará en los tres niveles que le corresponde:  amor (autoconfianza), derecho (autorespeto) y solidaridad (autoestima).

Las personas deben lograr desarrollarse y autorealizarse, en el contexto social, aprendiendo a concebirse a partir de la mirada de las otras personas con las que interactúan y todo ello, bajo el imperativo del reconocimiento recíproco.

Cuando estas miradas sólo se dirigen a la crítica, a la falta de reconocimiento o, al contrario, cuando se pone a un niño de AACC a ejercer de «mini-profesor» para compensar carencias del resto del alumnado (error bastante usual en nuestras aulas), no sólo distorsionamos su autoestima, sino que también estamos  distorsionando negativamente su autoconcepto y su relación con los demás.

Según Oscar Daniel Franco, el paradigma del reconocimiento se construye a través de tres elementos clave:

  • AMOR:  se encuentra en la base de la constitución relacional de la identidad humana.  Implica que la persona necesita al otro para poder construir su identidad de forma plena y estable.  La finalidad de la vida en sí misma consistiría en que la persona lograse establecer un determinado tipo de relación consigo misma, que le permitiera la autorealización, en el sentido de autoconfianza.
  • DERECHO:  cuando una persona puede pensarse a sí mismo como un componente, con sus derechos y obligaciones, de la sociedad que integra.  El reconocimiento de derechos de una persona es la contracara de la capacidad para cumplir con ciertas obligaciones.  Cuando a la persona se le niegan sus derechos se la está privando de su autoimagen, y la persona se percibirá asimisma, sin capacidad moral y sin autonomía.  El reconocimiento jurídico conlleva el autorespeto.
  • SOLIDARIDAD:  entendida como la práctica social orientada apermitirle a la persona detectar y percibir cuáles de sus cualidades son valiosas en función del logor de objetivos colectivos considerados por la sociedad como relevantes.  El reconocimiento social se traduce así en autoestima.

Las «buenas personas» y los «buenos alumnos» pueden cansarse de serlo y por ello hay que reconocerlas en todo su valor.

Feliz Día.