La inteligencia humana ha merecido una amplia investigación científica en el último siglo y ello ha hecho que su concepción haya ido cambiando a medida que la investigación ha ido descubriendo nuevas características, de los que la educación infantil, como elemento esencial para el desarrollo de ésta, forma parte.
 
Antiguamente (principios del siglo XX) existía la creencia de que la superdotación era una mera cuestión de la mayor “cantidad” de inteligencia que una persona pueda tener, en relación a las otras de su edad, sin conocer los procesos cognitivos ni sospechar su implicación clínica, existiendo diferentes teorías, concepciones y modelos, siendo la mayoría de ellos de carácter descriptivo.
 
Así, la superdotación se consideraba en relación al cociente intelectual, que no es otra cosa que un intento de medir esa “cantidad” de supuesta “inteligencia” en relación a la media de edad cronológica. Se pretendía medir mediante test. 
 
Es importante aclarar lo que queremos decir con «superdotación, alta capacidad o talento» en términos de población y de sus necesidades. En nuestro sistema educativo la designación de la alta capacidad se basa en una serie de pruebas normalizadas que, legalmente, deben ser realizadas  por un psicólogo clínico colegiado, (aun cuando las empresas que comercializan estos test se las venden a los Equipos de Orientación Escolar de la Administración Educativa sin tener en cuenta que la mayoría de sus miembros no son psicólogos clínicos) para determinar una puntuación de CI, o cuando esto no es posible, debido a la variación de los resultados de las sub-pruebas, determinar una serie de resultados de las distintas capacidades del menor evaluado. (Los tests de inteligencia se componen de varias secciones, llamadas «sub-tests», que se componen de una serie de tareas que ponen a prueba diferentes funciones cognitivas). 
 
Incluso cuando a los alumnos se les somete a las mismas pruebas, hay  discrepancia entre los evaluadores en cuanto a qué número o números serán considerados como el “mágico número de corte» entre las poblaciones  de «dotados» y de «no-talentosos».  Para algunos profesionales este resultado puede ser tan bajo como 120, y para otros es tan alto como 140.   Por este motivo, cuando se tiene en cuenta que un nivel «medio» de puntuación es 100, y una puntuación de 70 se considera retraso en el desarrollo (también conocido como retraso mental), las dificultades que puede originar una diferencia de 20 puntos en la determinación de la etiqueta de “superdotado” resultan fácilmente evidentes.
 
A fin de facilitar nuestra argumentación, vamos a utilizar el número de 130, aunque se reconoce científicamente que se trata de una designación imperfecta.  De hecho, el consenso general en los círculos psicológicos parece ser que un CI de 130-140 = dotados; 140-150 = muy dotados, 150-160 = excepcionalmente dotados y +160 = profundamente dotados.
 
En las definiciones jurídicas españolas, siguiendo la tradición decimonónica, se sigue utilizando la denominación de “superdotado” englobando a un grupo de población que alcanza en esos test una puntuación de Cociente Intelectual que va desde 130 a un CI de 220  (puntuación máxima que se ha medido en un ser humano), sin tener en cuenta existe una diferencia porcentual de CI mayor entre una persona superdotada y una normal, que entre una normal y una con retraso, y que pueden existir más diferencias entre dos superdotados entre sí, que entre una persona normal y una con retraso.
 
Pensemos en una persona que está profundamente dotada (+ 160 CI). Esto puede ser muy difícil para la mayoría de nosotros, porque se trata de una persona con un CI tan alto que es, estadísticamente, una entre un millón.  Ellos son tan diferentes de la «media» como lo pueda ser una persona que se encuentre en un estado semi-vegetativo en relación a una persona normal, solo que la persona en estado semi-vegetativo se encontraría situada en el otro lado de la campana de Gauss (curva de distribución).  Sus necesidades son claramente muy diferentes a las de alguien que es de inteligencia media (90-110) o incluso muy inteligente o talentoso.
 
Resulta particularmente interesante saber que los Test de Inteligencia adaptados a la idiosincrasia española, tienen un techo de CI de 160, por lo que no efectúan medidas por encima de este techo, lo que, a efectos prácticos, nos da igual, por cuanto las medidas educativas establecidas para los superdotados intelectuales, como si de un grupo homogéneo se tratara, son siempre las mismas para todos y, desgraciadamente, se reducen a la aceleración escolar o flexibilización de uno o dos años de la etapa escolar obligatoria;  con los consecuentes daños que ello comporta en los menores.
 
Esto se pone especialmente de manifiesto cuando al evaluar a un menor se determina lo que los especialistas denominan la “edad mental”, esto es un niño superdotado puede tener una edad mental meses o un año mayor que los niños de idéntica edad cronológica o diferencias de hasta siete años de edad mental en relación a sus iguales en edad cronológica.  Informe para la Comisión Educativa de Gran Bretaña de la Dra. Deborah Ruff (2005).
 
Después de cien años de investigación científica, se han comenzado a entender los fenómenos intelectuales a través de la representación y la comprensión de los procesos cognitivos, lo que nos permite conocer el porqué de la excepcionalidad intelectual y sus manifestaciones, así como su diagnóstico y tratamiento (Castelló):  un niño superdotado es un niño con un desarrollo cerebral diferente.  Tiene más conexiones neuronales y éstas se combinan entre sí de forma exponencial, distinta al resto de la población, lo que se traduce en una percepción diferente de lo que les rodea:  piensan diferente, sienten diferente y su cerebro les permite manejar de forma más rápida y eficaz la información, lo que se traduce en un aprendizaje mucho más rápido que los niños de su misma edad cronológica.
 
Si en sus comienzos un Cociente Intelectual (CI) elevado se consideraba un predictor del éxito en la vida adulta de un individuo, hoy en día ha quedado obsoleta esta valoración, pero nos sirve como indicador comparativo entre individuos y nos revela diferencias significativas entre éstos a la hora de procesar información, en rapidez, profundidad y calidad, así como la relación entre distintos aprendizajes.
 
Y, sobre todo, al conocernos y conocerlos mejor, será más fácil entenderlos y poderlos ayudar.